Crónica Internacional #4 – Las elecciones chilenas, los dos lados de la Moneda

Después de dos años de cambios radicales, tanto políticos como sociales, el sucesor de Sebastián Piñera deberá controlar una situación económica preocupante y aplicar las resoluciones de la nueva Constitución – que debería ser aprobada en el plebiscito nacional de 2022.

Valentina Santamaría | Las elecciones presidenciales, cuya segunda vuelta se concretará el próximo 19 de diciembre, están en el centro de los debates mediáticos y de las discusiones de la sociedad chilena. Los dos candidatos principales, Gabriel Boric y José Antonio Kast, personifican la fragmentación de la opinión pública en Chile. ¿Una prueba más de la radicalización política en el mundo? Tal vez. Pero la nueva popularidad de estos dos partidos – la extrema derecha y la izquierda progresista de la coalición Apruebo Dignidad – esconde muchos otros fenómenos.

Los candidatos presidenciales de Chile José Antonio Kast y Gabriel Boric. MARTIN BERNETTI (AFP)

La izquierda, el murmullo del progreso

Las manifestaciones sociales de 2019, un movimiento mayoritariamente joven y apolítico, actualizaron los ideales propios de la izquierda. La necesidad de cambio de las grandes instituciones básicas como la salud y la educación – que han sido históricamente privatizadas – y la incapacidad del centro de responder a estas reivindicaciones, lanzaron a esta coalición Frente Amplio-Partido Comunista al frente de la izquierda.

Boric se presenta entonces como el candidato de la continuidad constitucional, de las reformas sociales y de la mayoría parlamentaria. Sin embargo, este representante de la juventud política, factor de consenso de una izquierda fragmentada, se encuentra en segunda posición al final de la primera vuelta con 25,83% del voto.

La derecha, una oda a la seguridad

Los moderados ya no están a la moda. El gobierno de Piñera sufrió una crisis de legitimidad que ni la campaña de vacunas ni un nuevo candidato, Sichel, pudieron remediar. Después de los Pandora Papers – que mostraban su implicación en la venta de un proyecto minero a través de una empresa offshore –, los conservadores se encontraron invariablemente contra las riendas. Para sobrevivir, la derecha abandonó el centrismo.

Frente a las protestas “radicales” de la juventud, la ideología del pasado dictatorial regresó, encarnada por el Partido Republicano de Kast. Contrariamente a la mayoría de la derecha chilena, el candidato no rompe con el pasado doctrinario de Pinochet… Todo lo contrario.

Paisaje político, contradicción sin fin: el candidato representa lo que las revueltas sociales criticaban y continúan criticando. Pero su programa político llega a tocar el corazoncito político de una cierta clase social y generacional, que se sintió amenazada por la inestabilidad del paisaje político y sobre todo económica empeorada por la crisis del Covid.

Esta elección ha mostrado hasta qué punto las potencias tradicionales no han podido personificar la voluntad de los electorados. En América latina, los diferentes movimientos sociales han tratado de señalar el arcaísmo de las ideas de estos actores y de las instituciones que los perennizan; pero la mayoría de las veces sin éxito, y pagando un precio demasiado alto. Según ellos, desde la transición, lo social siempre está al final de la lista de prioridades. El contragolpe conservador se cuajó en un ambiente de pretendida inestabilidad, de miedo de perturbación… siempre ese maldito miedo de revolución que atormenta la Historia latinoamericana.  

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